Había conseguido librarme de todo el mundo así que ya no podía seguir fingiendo. Metí la cabeza bajo las rodillas y comencé a llorar desconsoladamente. Lloraba por Drácula, al quien había echo mucho daño, por Hades, quién me tendría dentro de muy poco, por Elisabeth, mi sucesora, por Sassia, que intentaba protegerme... pero sobre todo por mí, porque no tenía nada de líder, porque era una niña asustada y aunque no quisiera admitirlo, tenía miedo, mucho miedo por lo que podría hacerme el Señor del Inframundo. Las lágrimas se escurrián por mis pálidas mejillas y caían por mi regazo. ¿Por qué había sido tan estúpida?